Wednesday, January 07, 2009

Un aeropuerto

De todas las construcciones fruto del ingenio humano pienso que los aeropuertos fueron diseñados con un cristalino y sencillo propósito de permitir que otro fruto del ingenio humano, la aviación, estuviese bien regulada y se tuviesen todos los medios para hacer el flujo de personas y bienes una experiencia sencilla y placentera. De allí toda la tecnología y comodidades que encontramos, por lo general, y con tristes excepciones, en todos los aeropuertos del planeta.

Ahora lo que pretendo exponer con base en mi experiencia y observación es que estos lugares se han convertido en un vertidero de sentimientos inmensamente palpable y difícilmente evitable dada la circunstancia que estos puertos son, en muchas ocasiones, el lugar geográfico de un adiós que a alguien separa o un saludo que a alguien une.

Me atrevo a afirmar que a más de uno de ustedes le ha sucedido que ni siquiera puede conciliar el sueño dada la emoción producida por el simple hecho de pensar en la aventura que el destino le depara desde el momento que aterrice en algún aeropuerto al que tiene planeado llegar, y bueno, además de la emoción está la inevitable paranoia o complejo de “mi pobre angelito” de quedarse dormido y no llegar al aeropuerto a tiempo. Al mismo tiempo casi con toda seguridad al otro lado de la puerta que solo usted atraviesa con su pasabordo se queda alguien o algunos para quienes su partida es agridulce, porque claro está, se alegran por su alegría y al mismo tiempo se entristecen por su ausencia.

Por otro lado puede que usted sea solo el co-protagonista de la historia, quiero decir, que usted no atraviesa la puerta automática, se prueba perfumes en el “duty free” ni pasa por los controles de seguridad. Usted es la persona que espera con agitación, nerviosismo y felicidad a que se abra la puerta y usted identifique esa silueta que usted tiene en la cabeza; imaginándose mil formas para saludar, viendo llegar a muchos y muchas igualitos al que usted espera, o por el contrario puede usted también ser el cabizbajo acompañante que odia por instantes el monstruoso aeropuerto, y en un acto heroico de masoquismo moderno ve como el sistema de control de pasajeros se engulle a su ser querido mientras usted solo puede mirar y sonreir… si puede.

Avanzando mas sobre el comportamiento de esta vasija de emociones llamada aeropuerto quiero exponer físicamente el porqué estos lugares mantienen un equilibrio energético; quiero decir, porque uno no percibe una brillante alegría o una oscura tristeza cuando visita estos lugares y por el contrario solo siente una neutralidad color pastel.

Mi teoría es que la sumatoria de alegrías, sonrisas, emoción, nostalgia, lágrimas, incertidumbre, optimismo, entrega, miedo, resignación, fuerza y palidez; todas ellas emitidas tanto por viajeros como acompañantes, son disparadas en todas las direcciones de estos templos modernos que las colecta todas y las pone en una frecuencia normal que representa cotidianidad. Y así, uno tras otro como un carrusel, salen y llegan aviones llenos de personas cargadas con su propia historia y la de sus seres queridos; que es exteriorizada en el aeropuerto con besos, lágrimas, abrazos y adioses y después de juntarlas todas, las vidas siguen su camino, tanto en el aire como en las ciudades, bien una nueva etapa comienza o bien termina, pero el principio y el fin del ciclo ha quedado en el aeropuerto que impasible sigue anunciando el siguiente vuelo que ha partido o ha llegado.