Una decisión difícil

He decidido regresar a las letras escritas con un triple dilema, un poco alejado de la interpretación matemática de los sentimientos pero igual de realista y como siempre con la intención de hacerle reflexionar un poco mí querido lector.

La difícil decisión en la quiero que piense es la siguiente. Usted que sonido disfruta más: el del cajero automático cuando está contando los billetes para usted, el del estadio cuando su equipo marca un gol o el de los gemidos de placer de su pareja en la cama?

Muy bien, no se apresure con la decisión y permítame describirle un poco mejor los tres escenarios.

Es el día 13 de cualquier mes. En la noche usted va camino a su casa y se antoja de esas empanaditas que caerían espectaculares a esa hora de la tarde-noche. Al mismo tiempo después de un día abrumadoramente agotador irse en bus público para la casa es lo menos atractivo pero usted tiene solo mil quinientos pesos en el bolsillo y como bien puede releer al principio de este párrafo el hecho de ser día 13 trae consigo la inevitable consecuencia de que su quincena esté probablemente toda consumida; sin embargo, usted tiene fe. Usted se auto engaña, hace cuentas rápidas en la cabeza y con más ganas que sustento lógico usted entra a el cajero, mete su tarjeta, cruza los dedos, aprieta los dientes y las tripas que ya están vueltas agua por pensar en las empanaditas para que salgan al menos diez mil pesos, ya lleva tres oraciones y una tremenda discusión con usted mismo, marca la clave, se atreve a ordenar osadamente que desea veinte mil pesos, pulsa aceptar, pasa saliva, cierra los ojos, aprieta muchos por no decir todos los músculos del cuerpo… y el cajero empieza a contar su dinero.

Domingo en la tarde igual a fútbol profesional colombiano bien sea en el estadio o frente al televisor. Después de ochenta y ocho minutos de un partidazo intenso, un maldito golazo del equipo rival y un empate de su equipo hace apenas diez minutos su equipo tiene metido al rival (digamos que el rival es ese que usted desprecia con ira descontrolada) en tres cuartos de cancha pero la bola no ha querido entrar. A usted ya le duele la garganta de echar madres y arreglar el partido desde la tribuna o el sofá y se la ha pasado despeinándose y moviendo nerviosamente el pie derecho en los últimos diez minutos; y precisamente cuando parece que el rival se lleva dos puntos que no se merece, una jugada de oro desde la mitad de la cancha, usted se pone de pie, el delantero de su equipo está frente a frente al arquero, usted está a diez centímetros del televisor o está que se cae hacia adelante en la tribuna y sucede. Golazo! Al minuto noventa su equipo anota y la explosión de adrenalina rabiosa del estadio inunda sus tímpanos.

Un ratico del tradicional arrunchis en la cama de su pareja. La actitud está más para pasar una tarde de películas malas de los canales nacionales medio durmiendo y medio consiente, pero a usted le dan ese besito en el cuello que se siente en la espina dorsal y el siguiente beso se siente en cada vértebra y los siguientes besos son de una temperatura tan alta que requieren desprenderse lentamente de cada prenda. El juego de besos y caricias ha llegado a un punto tal que ya no hay nada ni nadie más sobre la faz de la tierra más que ustedes dos y de repente usted se da cuenta que está con vida porque uno de sus sentidos, el oído, le permite escuchar los rítmicos gemidos de absoluto placer de su pareja que desnuda a su lado logra quitarle la vida sin que usted la pierda.

Ahora sí, cuál prefiere?